Es simplemente la playa que me brinda la oportunidad de relajarme paseando por su orilla kilométrica, escuchando el romper de las olas contra el viento, sintiendo el olor a mar en cada inspiración, revolcándome en la arena y sintiéndome como una niña que descubre el mundo por primera vez: ese sentimiento libre, salvaje, de emoción contenida, de sentir lo que tocas… No me gusta en verano: demasiada gente que deja demasiada basura (algo que no entiendo porque está perfectamente equipada con duchas, chiringuitos, contenedores…). Sin embargo, es mi rincón de paz durante el otoño cuando la gente ha guardado ya el bañador y la sombrilla; durante el invierno cuando el viento frío te azota la cara y el rugir del mar te hace sentir viv@ por dentro; y en primavera, cuando empieza de nuevo a hacer calor pero aún no hay mucha gente que venga. Sosiego y libertad es lo que me inspira este rincón perdido del mundo cuando no es verano 😉